La evocación de un exalumno.

Corría el año 1953, cuando yo, luego de haber renido examen de ingreso en el Otto Krause y de haber obtenido un buen promedio tuve que resignarme a elegir otro colegio industrial pues el puntaje, de acuerdo a la gran cantidad de aspirantes se había fijado en nueve puntos como mínimo. Por este motivo elegí otro colegio, el "Fray Luis Beltrán" N° 5 de Barracas.

Esta desición representaba para mí un gran sacrificio, pues vivía en Burzaco, tenía que tomar el tren de las 5.40 AM para poder estar 7.45 AM en la escuela, previo viaje en el tranvía N° 3 desde Constitución hasta Barracas. El horario de entrada era estrícto, sólo había cinco minutos de tolerancia, luego de lo cual se cerraban las puertas de entrada y el que llegaba tarde debía retornar a su casa. Pasados los dos primeros meses de clases empecé a ver que el sacrificio era demasiado para mi y no sabía como decirle a mis padres que quería dejar el colegio, siendo yo el que lo había elegido. Pero como bien se dice "Dios aprieta pero no ahorca". En ese momento apareció una luz de esperanza que se llamó E.N.E.T. N° 1 de Témperley. Sin perder un minuto, hice todas las averiguaciones del caso informándome que para hacerse efectiva la apertura de la misma debía contar como mínimo de dos divisiones de veinticinco alumnos cada una y las especialidades serían Automotores y Mecánica.

Gracias a Dios, el 3 de junio, éste, mi colegio, abrió sus puertas y como se dice en criollo, sólo con lo puesto, en la vieja casona del ex Colegio Alemán, con unos pocos bancos viejos, al igual que el mobiliario para la Dirección, el de profesores y el de personal administrativo.

No obstante con lo poquito que teníamos, enseguida se formó una gran familia conformada por personal directivo, profesores, administrativos, alumnos y sus padres. Existió una gran calidez humana y muchos deseos de hacer cosas, pues se tomó conciencia de que no luchar por nustra escuela implicaba el riesgo de que fuera cerrada.

En lo que respecta al alumnado, éste era perfectamente cosmopolita y con un alto porcentaje de alumnos repetidores, sin esperanza, de otros colegios de la zona, con edades de chicos de 3° año, pero para nosotros que recién empezábamos, éllos fueron los que posibilitaron la puesta en marcha de la hermosa escuela.

Del personal puedo recordar con cariño y nostalgia, al Sr. Baños, el negro Baños, que hacía de Jefe de Celadores, celador, portero y consejero espiritual, sin olvidarse de contarle a los padres el rumbo que seguía cada uno. También está presente en mi memoria, la siempre y linda Nely Cedarry, la que era un poco madrecita, hermana mayor y por que no, la novia espiritual de todos nosotros. En lo que respecta al cuerpo de profesores, puedo nombrar al cura parróco Martín que nos enseñaba Religión y que con el tiempo dejó los hábitos, al Ingeniero Crlo, al matrimonio Cantenys, al Dr. Lopez Villa, a los hermanos Alessandrini...

De cada uno de ellos tengo un imborrable recuerdo y quiero agradecerles todo lo que hicieron por nosotros. Quiero detacar que existión un grupo especial conformado por los Maestros de Taller, los que en el húmedo sótano de la vieja casona, con los poquitos elementos que contaban para enseñar supieron hacernos conocer el manejo de las herramientas y algunas máquinas, pero lo más importante aún, es que nos enseñaron a conocer y respetar el sacrificio y la humildad del obrero y a perder la vergüenza de empezar desde abajo. De este grupo de maestros y filósofos recuerdo con inmenso cariño los nombres del Sr. Norman Rogger, Alfredo Torcelli, Rubén "Chispita" Marquez y al francés Edgardo Bergenau y pido perdón por los que se me borraron de la memoria con el pasar del tiempo. Llegó el momento que con los maestros y profesores antes mencionados descubrimos que los que seguíamos Automotores no contábamos con los elementos necesarios que nos exigía el Programa en práctica, fue por ello que el Sr. Rogger sugirió contactarnos con un chatarrero llamado "el griego Demetrio" para proponerle que nos facilitara algunos motores ya desahuciados y devolvérselos en marcha. Aceptada esta propuesta, el día que pusimos el primer motor en marcha tembló la casa, tocamos el cielo con las manos y nos sentimos Oreste Berta.

El auge tomado por la escuela en los tres primeros años de funcionamiento debido al incremento del alumnado hizo que nuestra "vieja casona" y "pequeño taller" no fueran suficientes, por lo que fue necesario la apertura de un turno vespertino.

Bueno, querida gran familia de este hermoso colegio que esta en mi memoria presente como si el tiempo no hubiera pasado, quiero decirles que esta breve reseña de mis recuerdos, pues contar todos implicaría escribir un libro compartido por todos aquellos que algún día estuvieron con nosotros y que hoy no estan fisicamente, pero si, en nuestro corazón.

¡Ojalá, la mano de Dios no se aleje nunca de esta casa!

                                                                                                                                                                            Miguel Robín (ex alumno)

 

Rescatándo anécdotas

Una estampilla de la Unesco

Durante una clase de la Prof. de Lengua y literatura Sra. Elida Eserequis, mientras ésta dictaba su cátedra habitual de "Castellano" advirtió que en el fondo del aula un alumno dibujaba.

Al acercarse al pupitre del joven vió que éste había dibujado una hermosa estampilla postal. Interrogado el alumno sobre su trabajo, que no tenía aparente relación con el tema que se estaba desarrollando en la clase el alumno le respondió a la profesora que estando en conocimiento de que la UNESCO había organizado un concurso para elegir la mejor estampilla que representara al organismo, él, inspirado por lo que la Sra. de Eserequis les relataba, había dibujado hasta obtener el diseño en cuestión. Al advertir la calidad del trabajo la Profesora aconsejó al alumno que enviará su dibujo al concurso.

Así fue como poco tiempo después el joven Sampons obtuvo el 1° premio y su estampilla recorrió el mundo.

Uno de los premios obtenidos en esa circunstancia distinguió a nuestra escuela con una bandera de ceremonia con los bordados recamados en oro, la que se conserva con gran orgullo.

 

                                                                                                                                                                                           

 

 

 

 

 
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